El Norte de Castilla, 26 de junio de 1983.
Dibujo de Juan Palencia,
Texto de Antonio Corral Castanedo.
Transcrito por Alejandro Sánchez Valdezate
Dice así:
Llueve. Y toda la soledad, todas las soledades, del pueblo se han resguardado en ese mirado que , cerca de la iglesia - cerca del frontón sobre el que rebota el agua- se asoma, con su talante modernista algo envejecido y como encaniecido de antigüedad. Sobre un muro, una pintada da el tradicional viva a los quintos de algún año. Y, como los quintos eran pocos, figuran también sus nombres; inventando a la manera de una lápida alegre, bajo la que permanecen encerradas y enterradas todas las tristezas.
"De que en estas tierras se cultivara el rábano, no tengo noticias, ya ven. Lo que sí tengo oído es que el pueblo tenía alguna relación con los condes de Rábano y también que algún interés en el pueblo tuvieron unos infantes - o sea casi reyes, o reyes a medias - que hubo, en las lejanías del tiempo por Peñafiel ... No se les ocurra aqui decir eso de que les importa un rábano, porque alguien se pudiera ofender. Y tampoco se les antoje agarrar al pueblo o al rábano por las hojas. Que este Rábano no las tiene, motivo por el cual no pueden. En cuanto se cae por aquí., hay que entender todo por derecho y nada de apreciar las cosas torcidamente". El hombre ha debido de gastar esas bromas en muchas ocasiones. Pero, le sigue haciendo gracia su ocurrencia y ríe muy discretamente, como para que no nos demos cuenta de su risa.
El Duratón pasa cerca del pueblo. Y al Duratón le ilusiona, quizá porque recuerda tiempos o aire pasados, discurrir bajo el puente de madera. Puente que todavía se conserva firma, fortalecido por las pisadas que ha ido coleccionando, con las que se ha ido patinando.
"Rábano, a ver si nos entendemos o me sé explicar para que me comprendan, era rico, pero era pobre. Las tierras tenían posibilidades, y llevaba mucha riqueza dentro. Pero en sin el agua, no la podían demostrar. Cosa que les ha sido fácil, desde que se hicieron esos dos canales que van cada uno por un lado del pueblo. Para los campos el agua es, y valga la comparanza, tal que las banderillas para los toros; que se las das o se las clavas a los surcos y saltan de brvura, cuando poseen bravura y no son mansas.
En lo alto del cerro de "Lotero" - "Le decimos así, no sé si con corrección"- destaca una cruz. "Tiene esa cruz sus intringulis. Un servidor ha escuchado con estas orejas muchas narraciones sobre ella. Que si tiene que ver algo con el demonio, que si una muerte acaecida, no sé si en paz o en violencia, que si una promesa ... Y qué sé yo cuantas cosas más. La verdad es que nos aclaramos poco. Dicen que , por el motivo o por la obligación que sean, la puso allí o la regaló una familia de Laguna de Contreras. Habría que buscar a la tal familia, con el fin de que se explicara.Conforme que, para ello, antes habría que encontrarla primero y encontrar a ese pueblo, que un servidor particularmente, salvo suponer que se hallará en el mapa, ignora por donde cae. Lo cual, que no me quita de dormir la siesta. Todo sea sin falsía".
Bajo el cerro se agazapan las bodegas, en donde, por Snato Tomás, en diciembre "se reunía el vecinadario para pasar la noche cantando y bailando, y haciendo, mientras que se comía, lo que de mayor diversión apeteciera".
"Lo cual que, aquí en Rábano, no sólo se regaló la cruz que les he mentado. Tabmién hubo un paisano, Rapaches de apellido, que le regaló al ayuntamiento los cachos de terreno que decimos de San Roque. Ahí cerca. Les habrán visto, pero no habrán reparado en ellos; porque así de un pronto, no poseen nada de particular. Y les regaló par que en ellos se celebraran las fiestas de San Roque, en agosto; que es un santo muy celebrado. Y para que sin ningún impedimento, se danzara y se danzara ... El Ayuntamiento vendió los terrenos del santo, hace años, a un particular. Y se preparó la que tenía que prepararse. Porque si habían sido regalados para vender en ellos, no tenían que sembrase por nadie, ni ser de nadie en exclusiva. Al pueblo no le pareció bien aquello. Y la venta tuvo que desvenderse y hubo necesidad de romper en muchos cachos las escrituras. Bien hecho, ¿no les parece? ¡Que es eso de torcer la voluntad de una persona, aunque ya nos e encuentre viva: y qué es eso de cascar las voluntades de los vecinos, sin pedirlles un parecer".
Paseamos por Rábano. Y de vez en cuadno, nos sale al paso alguien, que se acerca con sigilo y nos interroga sobre nuestra identidad. "¿No serán ustedes de esos que vienen a lio del subsidio?" " ¡Vaya por Dios! Pues , perdonen" "¿Por casualidad son ustedes los inspectores del desempleo?" "¡Ah!, bueno. Esto es un error" ... "Seguro que no son ustedes los del abono" "Uds perdonen por la molestia, estaba equivocado". Hasta un niño se acerca, casi confundido entre el tumulto de un rebaño, y que quizá acaba de ver un serial de policía sy ladrones, "Son ustedes policías?", nos pregunta ilusionado. Y se llena d decepción cuando le decimos que no. No somos nada de lo que nos preguntan. No somos lo que el pueblo quiere o no quiere que seamos, lo que el pueblo piensa. Y nos sentimos frustrados y hasta avergonzados de ser tan sólo unos pasos y una mirada, que olfatean e interrogan al pueblo, tan lleno de interrogantes, bajo la interrogación de la lluvia.
Le preguntamos a un hombre si son muchas las ovejas que se crían en Rábano. El hombre esboza un gesto impreciso, casi parecido al de las ovejas cuando mastican la hierva. "Hay más ovejas que gente" - exclama el niño hante su silencio. "Aviados íbamos a estar - se indigna el hombre - si tuviéramos menos cabezas lanares que cabezas de personas. ¡Pues si que tenemos un rebaño lúcido d evecinos! Cuatro gatos mal contados. Como para arruinar a cualquiera".
El señor Santiago, el peluquero, tiene 91 años. Un buen rebaño de años. Y conserva su buen humor. " Siempre ha sido ocurrente y chistoso. Que con él cerca, las lágrimas, los aburrimientos, y las caras alargadas no tenían ni tienen nada que hacer". También se recuerdan, en ´Rábano, las chirigotas y las gracias del señor Cirpirano, "el tío Conejo". "Pues evidente, lo propio. Si encima de que le zurre a uno más tarde o más temprano las calamidades, te vas a poner siempre serio, eso no lleva aningún fin. Mäs vale reír que llorar. Y, mientras que ríes, aún sin muchas ganas, la boca no está en disposición de enfado. Y eso que te llevas".
Al recorrer una callecita estrecha, casi con forma de garganta, escuchamos -procedentes de alguna vivienda-, unas risas que terminan en carcajada. ¿Estará alguien recordando las ocurrencias del señor Santiago o del señor Cipriano? El sol fustiga con sus ramalazos al pueblo aprovechando un claro del cielo cubierto. Y Rábano todo parece sonreir, parece estremecido de alborozos. Todo Rábano, menos el mirador modernista y envejecido. ¿Por qué esta melancolía que anida con tanto ahínco en esos miradores que , de pronto, aparecen entre los adobes o los ladrillos en los pueblos? ¿ Por qué ese aire de nostalgia eterna, de tristeza enlutada que por lo general rezuman? ¿Qué viudedad soportan? ¿Qué desengaños les escalofrían y las entumecen? ¿Qué evocaciones remansan en ellos las atmósferas enfermas que convalecen entre sus cristales? ¿Qué misterios encarcelan estos miradores perdidos que parecen desterrados o confinados desde la ciudad?
Rábano ríe, entre la claridad lavada por la lluvia, almidonada por la lluvia. Todo Rábano menos su mirador, al que miramos e intentamos comprender y abrazar con los ojos. Pero, nos alejamos de él sin lograr quitarle su "dolorido sentir".
Llueve. Y toda la soledad, todas las soledades, del pueblo se han resguardado en ese mirado que , cerca de la iglesia - cerca del frontón sobre el que rebota el agua- se asoma, con su talante modernista algo envejecido y como encaniecido de antigüedad. Sobre un muro, una pintada da el tradicional viva a los quintos de algún año. Y, como los quintos eran pocos, figuran también sus nombres; inventando a la manera de una lápida alegre, bajo la que permanecen encerradas y enterradas todas las tristezas.
"De que en estas tierras se cultivara el rábano, no tengo noticias, ya ven. Lo que sí tengo oído es que el pueblo tenía alguna relación con los condes de Rábano y también que algún interés en el pueblo tuvieron unos infantes - o sea casi reyes, o reyes a medias - que hubo, en las lejanías del tiempo por Peñafiel ... No se les ocurra aqui decir eso de que les importa un rábano, porque alguien se pudiera ofender. Y tampoco se les antoje agarrar al pueblo o al rábano por las hojas. Que este Rábano no las tiene, motivo por el cual no pueden. En cuanto se cae por aquí., hay que entender todo por derecho y nada de apreciar las cosas torcidamente". El hombre ha debido de gastar esas bromas en muchas ocasiones. Pero, le sigue haciendo gracia su ocurrencia y ríe muy discretamente, como para que no nos demos cuenta de su risa.
El Duratón pasa cerca del pueblo. Y al Duratón le ilusiona, quizá porque recuerda tiempos o aire pasados, discurrir bajo el puente de madera. Puente que todavía se conserva firma, fortalecido por las pisadas que ha ido coleccionando, con las que se ha ido patinando.
"Rábano, a ver si nos entendemos o me sé explicar para que me comprendan, era rico, pero era pobre. Las tierras tenían posibilidades, y llevaba mucha riqueza dentro. Pero en sin el agua, no la podían demostrar. Cosa que les ha sido fácil, desde que se hicieron esos dos canales que van cada uno por un lado del pueblo. Para los campos el agua es, y valga la comparanza, tal que las banderillas para los toros; que se las das o se las clavas a los surcos y saltan de brvura, cuando poseen bravura y no son mansas.
En lo alto del cerro de "Lotero" - "Le decimos así, no sé si con corrección"- destaca una cruz. "Tiene esa cruz sus intringulis. Un servidor ha escuchado con estas orejas muchas narraciones sobre ella. Que si tiene que ver algo con el demonio, que si una muerte acaecida, no sé si en paz o en violencia, que si una promesa ... Y qué sé yo cuantas cosas más. La verdad es que nos aclaramos poco. Dicen que , por el motivo o por la obligación que sean, la puso allí o la regaló una familia de Laguna de Contreras. Habría que buscar a la tal familia, con el fin de que se explicara.Conforme que, para ello, antes habría que encontrarla primero y encontrar a ese pueblo, que un servidor particularmente, salvo suponer que se hallará en el mapa, ignora por donde cae. Lo cual, que no me quita de dormir la siesta. Todo sea sin falsía".
Bajo el cerro se agazapan las bodegas, en donde, por Snato Tomás, en diciembre "se reunía el vecinadario para pasar la noche cantando y bailando, y haciendo, mientras que se comía, lo que de mayor diversión apeteciera".
"Lo cual que, aquí en Rábano, no sólo se regaló la cruz que les he mentado. Tabmién hubo un paisano, Rapaches de apellido, que le regaló al ayuntamiento los cachos de terreno que decimos de San Roque. Ahí cerca. Les habrán visto, pero no habrán reparado en ellos; porque así de un pronto, no poseen nada de particular. Y les regaló par que en ellos se celebraran las fiestas de San Roque, en agosto; que es un santo muy celebrado. Y para que sin ningún impedimento, se danzara y se danzara ... El Ayuntamiento vendió los terrenos del santo, hace años, a un particular. Y se preparó la que tenía que prepararse. Porque si habían sido regalados para vender en ellos, no tenían que sembrase por nadie, ni ser de nadie en exclusiva. Al pueblo no le pareció bien aquello. Y la venta tuvo que desvenderse y hubo necesidad de romper en muchos cachos las escrituras. Bien hecho, ¿no les parece? ¡Que es eso de torcer la voluntad de una persona, aunque ya nos e encuentre viva: y qué es eso de cascar las voluntades de los vecinos, sin pedirlles un parecer".
Paseamos por Rábano. Y de vez en cuadno, nos sale al paso alguien, que se acerca con sigilo y nos interroga sobre nuestra identidad. "¿No serán ustedes de esos que vienen a lio del subsidio?" " ¡Vaya por Dios! Pues , perdonen" "¿Por casualidad son ustedes los inspectores del desempleo?" "¡Ah!, bueno. Esto es un error" ... "Seguro que no son ustedes los del abono" "Uds perdonen por la molestia, estaba equivocado". Hasta un niño se acerca, casi confundido entre el tumulto de un rebaño, y que quizá acaba de ver un serial de policía sy ladrones, "Son ustedes policías?", nos pregunta ilusionado. Y se llena d decepción cuando le decimos que no. No somos nada de lo que nos preguntan. No somos lo que el pueblo quiere o no quiere que seamos, lo que el pueblo piensa. Y nos sentimos frustrados y hasta avergonzados de ser tan sólo unos pasos y una mirada, que olfatean e interrogan al pueblo, tan lleno de interrogantes, bajo la interrogación de la lluvia.
Le preguntamos a un hombre si son muchas las ovejas que se crían en Rábano. El hombre esboza un gesto impreciso, casi parecido al de las ovejas cuando mastican la hierva. "Hay más ovejas que gente" - exclama el niño hante su silencio. "Aviados íbamos a estar - se indigna el hombre - si tuviéramos menos cabezas lanares que cabezas de personas. ¡Pues si que tenemos un rebaño lúcido d evecinos! Cuatro gatos mal contados. Como para arruinar a cualquiera".
El señor Santiago, el peluquero, tiene 91 años. Un buen rebaño de años. Y conserva su buen humor. " Siempre ha sido ocurrente y chistoso. Que con él cerca, las lágrimas, los aburrimientos, y las caras alargadas no tenían ni tienen nada que hacer". También se recuerdan, en ´Rábano, las chirigotas y las gracias del señor Cirpirano, "el tío Conejo". "Pues evidente, lo propio. Si encima de que le zurre a uno más tarde o más temprano las calamidades, te vas a poner siempre serio, eso no lleva aningún fin. Mäs vale reír que llorar. Y, mientras que ríes, aún sin muchas ganas, la boca no está en disposición de enfado. Y eso que te llevas".
Al recorrer una callecita estrecha, casi con forma de garganta, escuchamos -procedentes de alguna vivienda-, unas risas que terminan en carcajada. ¿Estará alguien recordando las ocurrencias del señor Santiago o del señor Cipriano? El sol fustiga con sus ramalazos al pueblo aprovechando un claro del cielo cubierto. Y Rábano todo parece sonreir, parece estremecido de alborozos. Todo Rábano, menos el mirador modernista y envejecido. ¿Por qué esta melancolía que anida con tanto ahínco en esos miradores que , de pronto, aparecen entre los adobes o los ladrillos en los pueblos? ¿ Por qué ese aire de nostalgia eterna, de tristeza enlutada que por lo general rezuman? ¿Qué viudedad soportan? ¿Qué desengaños les escalofrían y las entumecen? ¿Qué evocaciones remansan en ellos las atmósferas enfermas que convalecen entre sus cristales? ¿Qué misterios encarcelan estos miradores perdidos que parecen desterrados o confinados desde la ciudad?
Rábano ríe, entre la claridad lavada por la lluvia, almidonada por la lluvia. Todo Rábano menos su mirador, al que miramos e intentamos comprender y abrazar con los ojos. Pero, nos alejamos de él sin lograr quitarle su "dolorido sentir".
Transcrito por Alejandro S. Valdezate, septiembre de 2008.
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